«Las coplas de la Alameda» y «Décimas a Don Rodrigo Caballero»
LA ALAMEDA DE VALENCIA
La renovación barroca del Intendente don Rodrigo Caballero .
Don Rodrigo Caballero, para sus paisanos valverdeños siempre fue identificado como quien promovió y mandó construir la Plaza Mayor de Salamanca. Iniciativa más que suficiente para ser recordado y tenido en cuenta en la historia de España por siempre, sin embargo no fue ni la primera ni mucho menos la única en importancia de las obras inspiradas y promovidas por nuestro noble paisano a lo largo de toda su dilatada carrera como alto funcionario primero y político que ocupó cargos de la máxima responsabilidad en los círculos de poder de la Corona coincidiendo con la instauración de la dinastía de los borbónes.

Ante la situación «respecto de lo pobre, aniquilada y destruida que se halla esta ciudad y sus vecinos, sus bolsas tan exaustas, sin propios como las demás ciudades de Castilla y los demás arbitrios tan poco valerosos que los acrehedores experimentan un sumo retraso» (1), el Intendente Rodrigo Caballero, que además ostentaba el cargo de Corregidor y administrador de las rentas de propios y arbitrios de la ciudad desde el 0cho de enero de 1713, decide acometer una gran obra pública que mitigue la gran secuela de la Guerra de Sucesión, en una ciudad arruinada y «en tiempo en que los pobres no tenían en que ganar un jornal», en palabra del propio Intendente.
Había que hacer notar que se trataba de la primera obra pública de los borbones, es la renovación formal de parte del trazado previo de la Alameda, al que se añade un segundo óvalo en el otro extremo, poniendo el máximo empeño en el aspecto suntuario. Políticamente concebida como una vía triunfal de la nueva monarquía borbónica cuyos triunfos se alzaban sobre una ciudad sometida por las armas, aunque rápidamente mostró su fidelidad al nuevo monarca Felipe V.
El 13 de abril de 1713 el Intendente don Rodrigo Caballero manda un auto al consistorio valenciano mostrando sus deseos de «replantar y acudir al ornato público» , para lo que manda al ayuntamiento, que sin tocar los caudales de la ciudad se prevea » todo lo necesario para poner en execución la planta que para este fin ha executado por medio del mismo Lorenzo Llop para que en la luna menguante de henero del año próximo venidero se planten los álamos blancos, todos los que falten en dicha Alameda y se forme el segundo obalo a la parte de abajo a correspondencia».
En enero de 1714, con un nuevo impuesto sobre la nieve y las sisas de la carne, se inicia la replantación del paseo. Finalizada esta replantación del arbolado, el Intendente dá nuevas ordenes a Lorezo Llop el 28 de junio de 1714 para que «allanase, terraplenase y hiziese hacer de piedra otro obalo a la salida de la Alameda y paseo público como el que está a la entrada de ella, e hiziese abrir las azequias para que corriesen las aguas».
Mandó construir la Ermita de la Soledad (hoy por desgracia desaparecida). Al mismo tiempo se levantan la torres gemelas de San Felipe y Santiago. Llamadas «las Torres de los Guardas» orque estaban destinadas a dar albergue a los arrendatarios de los huertos de la Alameda quienes, además de cultivarlos, estaban obligados a mantener el buen estado del paseo. El tejado de cada una tiene forma piramidal recubierta de tejas vidriadas azules. En la fachada lucen los escudos de las familias más influyentes que simbolizan el carácter aristocrático de la nueva Valencia borbónica.
Don Rodrigo Caballero mandó grabar sendas lápidas conmemorativas en lo alto de las torres, en las que reza con letras capitales romanas la siguiente inscripción; «Reinando en las Españas Felipe V , el Animoso, mandó hacer estas torres, estos jardines y restablecer la publica recreación de este paseo don Rodrigo Caballero Yllanes, Caballero del hábito de Santiago, del Consejo de su Majestad y Superintendente General de Justicia, Policia, Guerra y Hacienda de este Reino de Valencia. Año 1714»

(1)A.M.V. Libro Capitular de 1715.Sig D17, fols 25-31.
Las Coplas de la Alameda probablemente fueron instrumentalizadas por las autoridades, o, cuando menos, contaron con su beneplácito. Esto ha favorecido seguramente que hayan tenido una mayor difusión y pervivencia en la posteridad, y que incluso llegaron en parte a la imprenta. Josep Maria Zacarés en el semanario El Fénix (*núm. 9, 1-XII-1844) insertaba una de las poesías que, según él, “se publicaron entonces con motivo de dicha obra,” intitulada A la capilla y ermita de la Virgen María de Soledad, construida por el sinyor Don Rodrigo Caballero Yllanes, mariscal de campo de los eixèrsits de Sano Machestat, de la orden de Siendo Yago, del Consejo de la Guerra y correchidor e intendente de esta ciudad, que dice así:
“Allá en Valènsia,
bajo las murallas,
han hecho un prodichi
digno de contar.
Han hecho dos torres
y una Alameda,
que más hermosa no se puede encontrar.
Allí à rosas,
flores, clavelines,
malvas marinas
y estrellas del mar.
Y una ermiteta
de piedra picada,
qu·és dedicada a Soledad,
y a Chesucrist,
rey de la Gloria,
para memoria
de todos los cristianos
En realidad, se trata de una versión reducida con variantes, de las *Coplas de la Alameda” manuscritas, la cual muestra que este poema debió de conocer una notable difusión, y circularía, con variantes, a través de copias manuscritas, y probablemente también de la transmisión oral, e incluso llegó, al menos en parte, a la imprenta.
Por su parte, las Décimas a Don Rodrigo Cavallero, de carácter satírico, conocidas sólo en versión manuscrita, reflejan más sinceramente el pensamiento de una gran parte de la población valenciana, que tuvo que sufrir las cargas impositivas del intendente y del nuevo régimen borbónico.
Las Coplas de la Alameda son una descripción encomiàstica de la belleza de la Alameda, después de la reforma de Caballero, con las torres gemelas de Santo Felip y Santiago, las bolas ornamentales, los bancos y los jardines, plenos de árboles, de flores y de hortalizas, que dan un aspecto ideal al conjunto, que recuerda la poesía de ambiente bucólico.
El autor se refiere también a las calles del paseo, por donde pasean las damas, así como a las estatuas de mármol blanco de Felip V, de su esposa Isabel de Farnesio y de Lluís I, situadas sobre columnas de jaspe, y a los escudos heráldicos de Felip V, de la ciudad de Valencia, del capitán general marqués de Villadarías, del intendente y del gobernador, que ornaven las torres.
Hace referencia a la ermita, donde se ubicaba la Virgen, y dónde también estaban representados el intendente Caballero y su esposa. Del santuario salía el calvario, que lo enlazaba con el convento vecino de San Juan de Ribera.
Acaba la composición con la petición de un ruego por la gloria del autor de toda esta obra.
Desde el punto de vista métrico, las *Coplas de la *Alameda están formadas por versos *anisosil·làbics, con predominio de los *pentasíl·labs, de rima *asonant, y algunos blancos, a la manera de una canción popular.
Coplas de la Alameda
Allá en Valencia,
cerca de las murallas,
han hecho un prodigio
digno de contar.
Más han hecho dos torres
en una Alameda,
cosa tan bella
que no se puede encontrar,
en sus *banchs;
para mí las bolas,
todas de bolas,
que hace un grande mirar.
Y en los jardines,
que antes eran ramblas,
todo de mundícia,
y de *chunqueres
ahora plantado,
de rosas, clavellines,
malvas marinas
y estrellas del mar.
Más hy à toronchers,
y muy buenas limas,
bachoques finas,
melones de todo el añy.
Y à un almeler
que hace la flor blanca,
y lo mangraner
la tiene que coronar.
Más y à cuatro
habres de fruyta
muy rica;
para ser exquisita,
no se puede nombrar.
Más y à hun moraduyx.
Que han hecho unas armas
del grande Fylip Quint,
rey nòstron señor,
las de Valencia,
las de Villadaries,
de Don Rodrigo y el gobernador.
Y en la Alameda,
el rey y la reyna,
y a la atra banda
el grande Luís primero.
Y à un paseyg (paseo)
de todas las damas,
que, muy ufanes,
van por los corredores.
Y à una hermita
de piedra picada,
donde es colocada
ab muy grande delgadez
Nuestra Señora
de Dios maculada,
de Dios nombrada
Verche (Virgen) de Dolors.
Es Don Rodrigo
lo de esta obra,
a Dios en gloria,
lo ningún y el autor.
Y en esta hermiteta,
que está bien claustrada.
Está muy retratada
también su mujer,
y en la otra banda
la toma en pedido
de una pintura
de dicho Caballero.
Y à un pohuet freshc,
en puals de cocer,
en una cadena
que lo hace puchar.
Más hay un calvario
fabricado de piedra;
pasos en regla
de lo que pasó Dios Jesuchrist,
grande Rey de la Gloria,
para memoria
de todo hombre christià.
Y en el año catorce,
Contando de siete-cien,
se puso el fundamento
a lo que (…),
Más en el año
pasado quedó concluïda
esta partida
en todo lo demás.
Ruéguenle ahora,
para memoria,
dando a Dios gloria
a quien tal à hecho.
Un tono muy diferente tienen las Décimas a Don Rodrigo Cavallero, que son una sátira de este personaje.El valverdeño Rodrigo Caballero Illanes (1663-1740), llegó a Valencia, como dice Ortí y Mayor (*Escartí, 231), la noche del 23 de julio de 1707, procedente de Madrid, para ejercer el cargo de alcalde del crimen del tribunal superior de justicia o Chancilleria.
El año 1711 fue nombrado intendente de Valencia, cargo que ejerció con mano dura hasta el 1717, cuando fue trasladado a Cataluña como nuevo intendente del Principado, a raíz de sus enfrentamientos con el vicario general Jacinto Ortí, que incluso le ocasionaron la excomunión. A partir de 1713 se encargó también de la administración de las rentas municipales de Valencia, después de la absorción en el cargo de Intendente de la superintendència general de rentas reales. Por lo tanto, asumió las competencias vinculadas a la justicia, a la policía y a la hacienda. Y en este sentido, va a ser un personaje muy impopular, e incluso odiado, por su firmeza a mantener la militarización de la Administración valenciana, sobre todo como responsable del cobro de los numerosos y cuantiosos impuestos de nueva creación, función en la cual se mostró inflexible.
La nueva fiscalidad, fundada sobre el modelo castellano, y contrarias a las tradiciones valencianas, incrementó de forma notable la presión impositiva, a la cual se unían los gastos ocasionados por el alojamiento de las tropas castellanas. Todo esto provocó un sentimiento de descontento generalizado entre los valencianos y el surgimiento de conflictos.
En la resistencia a la reforma de la fiscalidad, como hemos contado en otro escrito, se significó el estamento eclesiástico que, amparándose en la inmunidad eclesiástica, se mostró firme en la defensa del sistema impositivo foral, lo cual le supuso frecuentes enfrentamientos con Don Rodrigo.
El poema, obra probablemente de un clérigo, toma como eje vertebrador la fundación de la ermita de la *Soledat por parte del Intendente. Este hecho, en un personaje que se distinguió por los enfrentamientos con el clero, está considerado como una acción hipócrita y propia de su vanidad. Además, se le reprocha la fundación de un lugar sacro y de oración junto a la Alameda, espacio destinado a la diversión y el esparcimiento profano y galán. Además de hipócrita, el poeta lo acusa de ladrón, de haber fundado la ermita valiéndose “de *lo que has *podido *hurtar.”

Los valencianos, de hecho, estaban muy sensibilizados con esta cuestión, puesto que a menudo tuvieron que sufrir las arbitrariedades y abusos de las nuevas autoridades castellanas. También incide el poema en los agravios al estamento eclesiástico, y en la inflexibilidad impositiva del Intendente, por lo cual el autor lo califica de tirano y cruel en la recaudación de los impuestos, sin apiadarse de la pobreza y necesidades de los valencianos. No podemos olvidar el descontento que provocó la renovación de la Alameda entre una buena parte del pobre pueblo, puesto que esta obra supuso un incremento de los impuestos, para hacer frente a las 18.658 libras que costó la reforma, cantidad extraordinariamente elevada para la época. De hecho, algunos exaltados expresaron su malestar rompiendo las pirámides del paseo.
Décimas a Don Rodrigo Cavallero, yntendente que fue de esta ciudad.
Hipócrita santurrión,
hermitaño sin conciencia,
que desuellas a Valencia,
sin ley, justicia y razón.
¿Cómo quieres el perdón,
usando de tu impiedad,
con la mayor crueldad?
No pienses en el rosario,
en un paraje tan vario,
y proprio de vanidad.
GLOSA
Por más que fundes hermitas,
queriendo al mundo engañar,
jamás lograrás orar
tus maldades infinitas.
En vano, pues, solicitas,
con capa de santidad,
te tengan estimación,
conforme tú mismo quieres,
pues sabe Valencia que eres
hipócrita santurrión.
Dizen que ya arrepentido,
contrito y desengañado,
vivir has determinado,
y esta voz has esparcido
dentro y fuera de Valencia,
con que, en esta inteligencia,
Cavallero no te aclamen,
porque ya todos te llamen
hermitaño sin conciencia.
Nadie pudiera negar
ser la hermita bien fundada,
si ella no fuera labrada
de lo que has podido hurtar.
Y assí, si juzgas ganar
aplausos en tu opulencia,
ten por segura advertencia
quantos baldones te den,
pues para tu coste ven
que desuellas a Valencia.
Porque cómo podía ser
de que sólo a tus expensas
fabricases tan immensas
hobras, que se pueden ver,
sino procurando hazer
el cañipodios a montón,
valiéndose tu ambición
de las generalidades,
ciudad y otras maldades,
sin ley, justicia y razón.
Puede tanto tu maldad
que de la mitra mayor,
siendo tú administrador,
te vales en propriedad;
luego, si aquesto es verdad,
que a lo sagrado atención
no muestras con tal acción,
y robas con tanto anelo,
¿de la Virgen y del Cielo,
cómo quieres el perdón?
Todo el reyno está aclamando,
viéndose en tanta pobreza,
y a Dios, con suma tristeza,
divino auxilio implorando.
Todos, en fin, van llorando
su extrema necesidad,
pues causa la ynequidad
de quarteles su quebranto,
pero tú está[s] en ese llanto
usando de tu impiedad.
Eres hombre tan tirano,
tan cruel, que ni en Nerón
tienes tú comparación,
con él ser más insinuado.
Consuelo de ti es en vano,
pedírtele es necedad,
pues con grande vanidad,
sobervio, al pobre desprecias,
y en el proceder apremias
con la maior crueldad.
Para más solemnidad,
a los nobles conbidastes
y tú el rosario rezastes,
no sé si con vanidad,
que, apurada la verdad,
¿quién juzgará lo contrario?,
donde, aunque se ve un calvario,
también damas pasear;
si a su vista has de rezar,
no pie[n]ses en el rosario.
¿Devoción y diverción
quién pudo haver hermanado?
Sólo tú, hombre malvado,
las pones sin distincción.
No aya miedo que esta acción
aga yo en ese calvario,
si en otro más solitario,
donde no haya que peligrar,
como en aquel, por estar
en un parage tan vario.
Por las armas que has fixado,
tuyas y de tu muger,
en los nichos, llego a ver
que eres hombre muy honrrado,
pero aquesto era excusado,
ya que por tu calidad
no la ignora esta ciudad,
como porque es gran locura
y proprio de vanidad.
De;
«Poemes burlescos, satírics, laudatoris i de disbarats en un manuscrit valencià del segle XVIII». Joaquim Martí Mestre