Catedral de Sevilla. Los Seises, el Baile de Carnaval.
FERNÁN CABALLERO en La Catedral de Sevilla, una tarde de Carnaval, nos relata una anécdota sobre el poco conocido baile de los Seises en los días previos al Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma.

La escritora nos cuenta ; «Alrededor de la gigantesca reja que circunda el altar mayor está reunido el cabildo compuesto en gran parte de venerables ancianos. El órgano esparce sus potentes sonidos acompañando los cánticos de la Iglesia. Grave, los unos como los otros. Grave todo en aquel lugar, hasta el baile que ante el ara ejecutan los seises, vestidos con el antiguo y hermoso traje español, siempre renovado y nunca variado desde hace siglos.
Este baile pausado, metodizado, exacto e invariable, como todo cuanto concierne a aquel templo modelo de santa estabilidad y de suprema dignidad, consiste en una especie de cadena y cambio de lugar, que con admirable precisión, lentitud y decoro ejecutan a compás los niños seises, cantando al mismo tiempo preces al Señor que está presente.
Trasladaremos aquí uno de los motetes cantados en las tardes de Carnaval.»
Candor de luz eterna
Que para no deslumbrarme
Ocultas tus resplandores
Y me mandas acercarme;
Mira que estoy en tinieblas
Y que soy tan miserable,
Que hacia ti no puedo irme
Si tu hacia ti no me atraes.
Para, a continuación, la insigne escritora, seguir con la anécdota.
«Un arzobispo de Sevilla asaz rígido intentó suprimirlo por no creerlo bastante austero. Entonces el Cabildo de la Catedral fletó un barco y envió a Roma los Seises con sus maestros y directores, que llevaban una súplica del cabildo al Soberano Pontífice para pedirle presenciase estos cultos contra los que le habían mal prevenido. Su Santidad concedió lo que se le pedía, y cuando los hubo presenciado dispuso sin titubear que continuasen sin reforma alguna.
¡Que contraste!, repetimos ¡qué contraste tan marcado pero tan lógico!, ¡Fuera del templo la alegre juventud que rie y bulle; en él, la grave ancianidad que medita y ora!
En breve los niños reemplazarán a los que rien, y éstos a los que se arrodillan ante el altar, los que habrán ido, no a reemplazar, si no a aumentar el número de los que duermen para no despertar.
Volverá el Carnaval periódicamente, con otras máscaras, otras fiestas, otros regocijos distintos y otros devotos vendrán a éste templo a tributar un culto siempre el mismo, pues él es la sola cosa estable e imperecedera, como lo son su origen y su fin. «