Mediodias de Caló. El pregonero
Si a la chita callando un martes trece
la negrura oscurece el calendario
el miércoles la luz reaparece.
Paulino Gonzalez.
¡Caaaoo bóoocaaa!
¡Cal blanca!, quería decir el pregonero en los mediodia de calor valverdeños de los veranos de nuestra infancia, intensa luz que cegaba nuestros ojos frágiles, puertas entornadas a zagüanes oscuros que dejaban entrever la cortina de lienzo basto con bata a rayas.
Las calles se dividían en dos mitades justo cuando el sol estaba más encabritado en lo alto resitiendose a doblar hacia la raya de prortugal, resistiendose a alejarse hacia poniente, hacia el Al-garve (sol lejano). Cuando por fin empezábamos a coger el sueño, comenzaba a acercarse la voz del pregonero…
¡Caaaoo… bóoocaaa!
Hombres ya curtidos por los años que con la «romana» al hombro y espuertas en ambas manos, a pesar de la que caía, anunciaban con voz firme y tesón su mercancía; cal de la cercana tierra madre; de Niebla.
El reportaje fotográfico que mi amigo Alfonso colgó el otro día en el «feisbu», me ha traido a sacar estas imágenes de Niebla que el año pasado grabé en los tiempos muertos del Festival del Castillo y ello me ha traido el recuerdo de aquellos pregones del verano en Valverde, el Valverde de mi niñez cuando se nos prohibía salir a la calle de la Calleja; «Ea, niños a comer que éstos, por los amigos, se tendrán que ir a sus casas», decía nuestra abuela.