Comercio tradicional de Sevilla. Calle de la Sierpes

El Cronómetro

Empecé a vivir en Sevilla, a principio de los sesenta en la calle Pureza de Triana y desde allí venía a diario por el puente de San Telmo, andando la Avenida alante hasta la plaza de San Francisco, pasando junto al arquillo del Ayuntamiento por donde, recuerdo entraba y salía el alcalde en su Cadillac Sixty Special Fleetwood negro con su impecable chofer uniformado al volante, enfilaba la calle de la Sierpes (Bar Laredo, la peluquería Dors, Los Corales, Auto tractor, Casa Calvillo, Ciudad de Londres, etc., etc.todos ya desaparecidos) hasta Deportes Z y por Rivero camino de la calle Cuna donde estaba el comedor del SEU (ya entonces mangoneaba aquello el incombustible Isacio Sillero).

Incluso llegué a comtemplar alguna vez a Rafael El Gallo y Juan Belmonte sentados en la terraza de Los Corales celebrando su tertulia díaria. La Sierpes era un bullicio de gente, hombres en su inmensa mayoría, que a pis quieto cerraban sus negocios como si del patio de la Bolsa se tratase,   por el que había que ir abriendose   paso, ello duraba más o menos hasta pasado el mediodía, diluyendose poco a poco después hacia los bares de Jovellanos y Polavieja.

Hoy con el LLorens, el Central, el Imperial (en una sola calle tres cines, algunos teatro también) desaparecidos, tiendas como Idígora, deportes Z, Casa Damas, Padura, Los Navarros, Segundo, etc, etc. el panorama es muy diferente aunque, no sé por cuanto tiempo, sigue teniendo atractívo.

Musicos, pregones de cupones, alguna cupletera “a capella”, muñidos, gente con prisa que va y viene dibujan el nuevo panorama de esta calle representatíva de Sevilla.

Continúa allí desde 1901 una tienda de relojes, sólo relojes, dirigida por Enrique Sanchís tercera generación ya en el negocio familiar, ante mucho antes estuvo allí el Jardín Botánico;

EL CRONÓMETRO




2 Comentarios »

  1. Profesionalidad y honradez. Son las palabras que me salen al ver “El Cronómetro”. Un buen día fui allí, por recomendación de una sobrina de ellos, a que me arreglaran el reloj de mi abuelo. Y me pasó algo casi insólito (mejor le quitamos el casi), que no me ha pasado en ningún otro comercio. No me parece bien contarlo aquí, pero fue una grata experiencia que no olvidaré jamás.
    Y el reloj sigue perfecto…
    Un abrazo.

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