Miércoles Blanco de Valverde. Enrique Pérez Comendador

Una obra singular

Enrique Pérez Comendador (1900-1981), nacido en Hervás (Cáceres) aunque muy vinculado a Sevilla en donde impartió clase de modelado, fue un escultor que en su obra, la imaginería religiosa no ocupó un lugar preminente. De ahí que la talla del Crucificado de nuestro pueblo adquiera mayor singularidad e interés.

La escultura monumental adquiere un peso importante en la amplia trayecto-
ria artística de Enrique Pérez Comendador. Desde sus tempranos encargos y concursos en Sevilla y Extremadura, hasta una madurez en la que, desde una posición privilegiada, realiza obras de gran entidad para España y América.

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En Sevilla tenemos muestra de ello. La primera intervención de Comendador, con tan sólo 22 años,  en un conjunto monumental forma parte de un proyecto colectivo, junto a Joaquín Bilbao, Agustín Sánchez Cid, José Lafita y Adolfo López, reunidos por el diseño del arquitecto Juan de Talavera. Se trata del monumento a San Fernando en Sevilla, para el que el artista realiza en 1922 la estatua de Alfonso X el Sabio. Es una figura elegante, con un leve contraposto y cuya verticalidad se acentúa por la presencia de una imponente espada; los detalles están muy cuidados, destacando la estudiada posición de las manos.

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En 1928, y en el marco ya de la Exposición Iberoamericana, Comendador realiza para Sevilla el monumento a la Infanta María Luisa Fernanda de Borbón, ubicado en el magnífico parque que había donado a la ciudad y lleva su nombre. Ejecutada primero en piedra y con posterioridad en bronce, fue una obra bien remunerada.

La figura, solemne como una matrona romana, con la única concesión de una rosa en la mano, descansa sobre un sencillo pedestal de apenas un metro de altura.

Monumento de doña Luisa de Orleans en el Parque de Maria Luisa

También vinculadas a la Exposición Iberoamericana de 1929 se encuentran las dos figuras femeninas que bajo un triple arco flanquean la escultura alegórica de España firmada por Manuel Delgado Brackembury en la Puerta de San Diego (delante del restaurante «La Raza», mirando a la Glorieta del Cid Campeador) a la entrada del Parque de Maria Luisa . Son dos alegorías, que fueron concebidas por Comendador como La riqueza espiritual y material de Sevilla, y rebautizadas por un periodista como El Cielo y la Tierra de Sevilla, nombre con el que han pervivido. La primera sostiene en su mano una versión de la Inmaculada de Martinez Montañez, como referencia al esplendor del arte sevillano; su postura, algo afectada, deja traslucir con los paños mojados un desnudo de formas rotundas, mientras los rasgos del rostro remiten al arcaísmo griego y el arte etrusco.

El Cielo de Sevilla

Pendiente siempre a la convocatoria de cualquier concurso publico de importancia  que se convocara, en los que se movía como pez en el agua. Durante la República optó al concurso para el monumento a Pablo Iglesias en el madrileño Parque del Oeste, ésta era una iniciativa de gran envergadura. A ella acude en colaboración con el arquitecto Luis Moya, con un sorprendente proyecto, de gigantescas proporciones, destinado a alcanzar los 22 metros de altura y albergar en su interior una biblioteca con 38 plazas.

Pablo Iglesias. 1932.4

No hacía asco a nada y participaba, como ya hemos comentado en todo concurso fuera del signo que fuese. Ya en Roma, 1934,  realiza el boceto para el monumento a los aviadores Barberán y Collar, que surge ese mismo año.

Tras su llegada a España, 1941,  se suceden algunas obras religiosas, retratos y proyectos diversos, obras menos ambiciosas, como el retrato de Francisco Rodríguez Marín en Osuna de 1943, sí se verían culminadas. Las representaciones en bronce de Hernán Cortés, Vasco Núñez de Balboa y Pedro de Valdivia se exponen en el Museo de Bellas Artes de Badajoz, y la de Francisco Pizarro en la Diputación de Cáceres.

Otro aspecto hasta ahora poco conocido es el intento de Comendador de participar en la obra escultórica de la Cruz del Valle de los Caídos.  Es un boceto para el basamento de la cruz, cubierto en su totalidad por un friso con relieves; junto a esta pieza se conservan una media figura, coronada y con un cáliz, que representa posiblemente al evangelista San Juan, o quizás un profeta, además de una ampliación del busto a una escala mayor.

Estatuas ecuestres que tendrán una gran relevancia en la proyección nacional y americana de Enrique Pérez Comendador; Hernando de Soto, Pedro de Valdivia, la de Franco en Gijón y los bocetos con sólo el caballo terminado de Queipo de Llano que nunca llegó a realizar.

El último monumento que recojo en la trayectoria de Pérez Comendador es el relieve monumental dedicado al maestro Jacinto Guerrero en el Paseo de la Rosaleda en Toledo, realizado en 1976 e inaugurado el año siguiente.

Enrique Perez Comendador

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