Domingo no Alentejo.
MOURA
En una de las «planicies douradas» del Alentejo sur oriental, al norte de la carretera que une Rosal de la Frontera con Serpa y Beja, a pocos kilometros de Vilhaverde do Ficalho, aparece luminosa Moura una preciosa ciudad portuguesa y alentejana.
Desde la atalaya de lo que queda de su castillo se divisa al noroeste el gran rio, el Guadiana, contenido en Alqueva, la gran obra hidráulica, una de las más grandes presas de Europa que, aguas arriba, embellece y enriquece los campos bañando los pies de la preciosa Monsaraz, junto a Morâo, próximo a Oliva de la Frontera, en el noreste del Alentejo sur y el sureste del Alentejo norte, llegando, aguas arriba , a los buenos viñedos de Redondo para coronar por las proximidades de Estremoz.
Fue en Moura, en una feligresía de su concelho, Santo Aleixo da Restauração, en donde Miguel Hernandez, tras cruzar la frontera clandestinamente por el municipio de Aroche llegó al pueblo portugués . Allí estuvo alojado en casa de una familia portuguesa que lo acogió. La intención de Miguel era trasladarse lo antes posible a Lisboa, pero la mala suerte le estaría guardando un destino fatal. Cruza la frontera para intentar llegar hasta Lisboa, donde estaría esperándolo una amiga poetisa en contacto con la Embajada de Chile para exiliarse en México.
Hoy, mi propuesta en forma de vídeo es una visita a Moura con el fondo musical de una concertina, acordeón, y la voz de Antonio Cardoso diciendo el poema de José Régio: Un domingo no Alentejo.
A la memoria de Miguel Hernandez en el centenario de su nacimiento.