¡ Viva la Pepa !
Hostelería Valverdeña
Es un lugar a dos pasos de la renovada Plaza nuestra de toda la vída, donde ya antes estuvo un clásico «el Ewin», pero quizás los menos viejos desconozcan que antes ya allí, siendo domicilio de la familia Mora, se vendió vino a granel despachado jarro a jarro en trasiego, embudo mediante, de la «damajuana» a la botella, que con gran parsimonia servía Juan Mora, padre de Juan José e Isabel, al tiempo que empujaba la boina para atrás con el dedo pulgar.
Era otro momento de gloria, otra época, de esta acera que empezaba en la esquina al Valle de la Fuente, con los silllones plegables de madera roja y tomiza, en la puerta del «Bar Pizota» de Quiñones. Para, siguiendo en dirección a la plaza, los dos juegos de mesas -veladores redondos de madera y tapa de cristal, patas torneadas y barnizadas- con sillones ya más nobles de madera barnizada y asientos de enea en los que los hermanos Chamendi y su leal Francisca atendían a sus amistades, medias de La Ina y catavinos mediantes, para llegar hasta la puerta de la Goya, local emblemático de los tiempos de gloria del Valverde de los años 50 a los 60 del pasado siglo.
En la Goya de la insigne Reposo, pequeña de estatura pero por siempre grande y acogedora, se ponían desde la casa de Las Melas hasta la pastelería de más arriba, veladores de base de forja con tres patas y tapa redonda de marmol blanco con bisel de latón amarillo. Y enfrente, tirando ya para la Calleja, las sillas de palo recto y asientos de enea con las mesas de madera de la taberna del inefable «Porrino» de amplia naturaleza, vecino de Frasco el Barbero, y las «medias» de vino peleón.
Este «paso» , las mujeres de entonces lo hacían siempre acompañadas o si no era posible, preferían dar la vuelta por «detráselporche» para no sufrir, solas, el fuego cruzado de las miradas del personal que sentados conformaban esa especie de «cuchillito cuchillá» para las damas valverdeñas.
Pues bien, en este lugar se encuentra quizás la mejor muestra del resurgir de un modo de hacer y entender el tapeo y la nueva cocina que tanto se echaba en falta en Valverde desde años atrás. Había oido hablar mucho y bien de Pepa ; de su buen hacer, de su preparación y bagaje pero hasta este jueves 12 de agosto, primer día de la feria de ahora, no tuve el placer de conocerla personalmente. Entré en Valverde de paso, eran poco más de las tres de la tarde y todavía estaba todo bastante tranquilo.
Ojos claros y vívos, de ascendencia piñuelera, ágil y despierta, menuda e inquieta, transmite seguridad y confianza a pesar que en ese momento resolvía un contratiempo con el equipo de música, tan imprescindible en estos días de feria, más si es el primer día, prototipo de mujer valverdeña, despierta y luchadora.
En la puerta, las sillas de tijera en perfecta armonía bajo sombrillas blancas coformaban un espacio limpio, armonioso y acogedor. Dentro casi nadie; buena climatización, bonito mural promocional de La Feria en La Pepa. Pedí una simple ración de jamón que me fue servido perfectamente cortado en lonchas y mejor presentado, acompañado con cerveza muy fría en vaso de cristal fino, muy bien tirada y cestíto de pan cortado en rebanaditas . Algo muy sencillo pero suficiente para intuir que Pepa triunfará sin duda. Hoy veo el vídeo de «arzapallá» en donde al principio y al final vemos a Pepa Pinsón con la «Tirachinos» animada y animando a su público, en su salsa.
Valverde, cómo Cádiz lo hizo a su Constitución, puede gritar.